Antes de adentrarme plenamente en el mundo de la Psicología, trabajé durante varios años con niños y niñas —como cuidadora, profesora y centros de discapacidad intelectual—. Fue en ese contacto temprano con la infancia y la diversidad donde comenzó a despertarse en mí la necesidad profunda de acompañar desde la mirada de la Psicología.
Mi recorrido profesional se ha ido tejiendo entre la formación y la experiencia, entre el aprendizaje técnico y el contacto humano. Comencé en el Centro de Psicología Álavas Reyes, donde atendí a mis primeros pacientes y descubrí la riqueza de cada proceso terapéutico. En paralelo, colaboré con distintos centros de psicología, y acompañé grupos terapéuticos en el Hospital Quirón, donde pude comprender la fuerza del trabajo grupal y el sostén compartido.

Más adelante, en la Fundación ANAR, acompañé a menores a través de la escucha y la orientación telefónica, una experiencia que me enseñó la importancia de estar presente incluso en la distancia. Complementariamente, en la Fundación APROCOR, trabajé con personas con discapacidad intelectual, profundizando en el mundo emocional y las particularidades del vínculo terapéutico con esta población.

Mi camino también me llevó a la Asociación ALYA, donde formé parte de un grupo terapéutico de ludopatía y nuevas adicciones, y a lo largo de los años he colaborado con diferentes centros de psicología, nutriéndome de las particularidades de cada centro de trabajo.

Hoy, mi trabajo se centra en acompañar personas en sus distintas áreas vitales, en sus procesos de cambio, en sus duelos y en sus búsquedas. Cada experiencia previa ha ido dando forma a mi forma de estar en la terapia: con presencia, con sensibilidad y con el profundo respeto por el proceso de cada ser humano.